viernes, 11 de septiembre de 2020

Caligrafía mágica en Hogwarts

 En febrero de este año 2020, antes del covid, organizamos la despedida de soltera de una amiga en una casita rural inspirada en Harry Potter llamada el Torreón Mágico que está en Asín, un pueblecito de las Cinco Villas (Provincia de Zaragoza).

Entre todos los amigos organizamos la despedida. Yo me encargué del atrezzo: imprimí una carta de Hogwarts para cada uno -en un principio iba a escribirlas a mano pero el papel que escogí no era capaz de retener la tinta correctamente- imprimí también los sobres con los nombres de cada uno y finalmente introduje las cartas en los sobre y las cerré con un lacre con el escudo de Hogwarts. 

Para la novia hice una carta diferente: para ello escogí un papel que imitaba el pergamino con una orla impresa de época bajomedieval (incluso imitaba la aplicaciones de oro de las orlas de su época) en el que escribí un breve texto al estilo de las cartas de Hogwarts en caligrafía itálica, para el que elegí una tinta verde esmeralda de Pelikan. Cuando la tinta se secó, perforé la parte inferior del papel, coloqué una cinta de terciopelo azul a modo de lemnisco, cosí un extremo al papel y al otro le coloqué el mismo sello de lacre que a las cartas impresas. Una vez enrollada la carta, cosí la cinta azul a las patas de una lechuza de peluche para que pareciera que la lechuza había llevado la carta a la casa.

Carta desenrollada

Carta enrollada

Carta enrollada con lechuza

Para darle la sorpresa a la homenajeada, metimos todas las cartas de Hogwarts en una saca de correos excepto la de la novia, que la dejamos en la mesa donde estaba el sombrero seleccionador. Pusimos la banda sonora de Harry Potter, nos disfrazamos con las capas que había disponibles, apagamos las luces y esperamos a que nuestra amiga llegara.

Cuando llegó, se llevó una gran sorpresa. Le dimos la bienvenida, se puso una capa de Hogwarts y le dimos su carta. Una vez la hubo leído, me encargaron repartir el resto de las cartas. Las cartas estaban personalizadas, las "direcciones" estaban basadas en diferentes ubicaciones de la casa. En las cartas la profesora McGonagall daba la bienvenida a cada uno y les invitaba a pasárselo bien.

 

La estancia en El Torreón Mágico fue deliciosa: cuando llegamos algunos de los amigos en un minibús que parecía llevar a otro mundo, nos recibió Nelicus Arba, el mago dueño de la casa, y nos guio por el pueblo hasta llevarnos a la casa, donde nos enseñó cada una de las estancias: se notaba que era un friki de Harry Potter ya que toda la casa estaba decorada al detalle, hasta había un trivial de Harry Potter al que jugamos la misma noche en la que llegamos.

 

Al día siguiente Nelicus nos organizó dos talleres: uno por la mañana que consistía en hacer varitas mágicas con ramitas, cuentas de colores y una masilla para decorar. Luego aplicábamos pintura acrílica a la masilla. El segundo taller lo hicimos después de comer y era de pociones: mientras el maestro mago cocinaba en un caldero unas flores naranjas y romero, el resto nos dedicamos a cubrir la boca del frasco con una cordel, luego lo teñimos con el óxido de la lana metálica que trajo el hechicero y finalmente este llenó cada frasco con un poquito de poción. Cada uno pusimos una etiqueta en el bote: al mío le puse Felix Felicis, la poción de la felicidad. La novia se quedó con un frasco con forma de corazón al que le puso la etiqueta de Amortentia, el filtro de amor más poderoso que existe. El final de la tarde lo pasamos cantando en el karaoke.

Si queréis saber más de El Torreón Mágico, pinchad este enlace. ¡Nox!

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