Hace cuatro años realicé mi última aportación literaria en la plaquette Sendas hacia la igualdad (cuyo enlace puedes encontrar aquí). Desde entonces, me dediqué más a mi faceta artística y dejé apartada la escritura, o más bien la subordiné a mis obras de caligrafía y lettering.
Entonces, en octubre de aquel funesto año 2020 vi las bases del Premio Complutense de Literatura, organizado por la Universidad Complutense de Madrid de la cual soy alumna de doctorado y por ello decidí presentarme.
Al no contar con mucho tiempo para preparar algo nuevo, decidí presentarme con las poesías que escribí durante mis años de instituto y de carrera. No las había leído desde que terminé el grado y al leerlas de nuevo me resultaron familiares y extrañas a la vez, como si las hubiese escrito otra persona. De todos modos, decidí respetar mi pasado literario, hacer unas mínimas correcciones de puntuación y realizar una selección de poesías, la mayoría de ellas de amor o de tema sensorial.
Me hubiese encantado añadir una bonita cubierta a mi poemario, pero las bases incluían una plantilla estándar en la que tenías que introducir el título y el autor. Pero en el mágico mundo de Canva puedes crear miles de documentos bonitos con solo echarle un poco de imaginación. ¿Por qué el título y esa cubierta? El término plumilla, aparte del objeto de escritura previo a la estilográfica y al bolígrafo, designaba también al periodista novato y de poca pericia. Yo, sin ser periodista, me consideraba en aquel entonces una novata en poesía y mi forma de escribir muy cándida y bastante tímida, por ello la segunda acepción de plumilla queda un poco modificada. Por otra parte, Hebe era la diosa griega de la juventud y, entre otras funciones, se dedicaba a servir el néctar a los dioses vertiéndolo de una jarra. Como tenía entre 12 y 24 años cuando escribí aquellas poesías, por ello hago referencia a esta diosa, aunque no tuviera nada que ver con la escritura.